Bolonia no es sólo la ciudad universitaria por excelencia de Italia. También es el nombre por el que se conoce a un proceso de reforma de las universidades de 29 países europeos, acordado hace diez años en esta ciudad. Un proceso que se está realizando a trompicones y deprisa y corriendo y que está dando que hablar, ya que, para muchos, estas carreras de cuatro años que han dado en denominar grados suponen una privatización encubierta de la enseñanza universitaria pública.
Miles de estudiantes españoles llevan todo el curso movilizándose para solicitar la paralización inminente de la reforma educativa y ayer volvieron a hacerlo en 30 ciudades españolas, pero, como suele ocurrir en estos casos, el Gobierno sigue erre que erre y no parece que tenga intención de echar su brazo a torcer. Desde Educación aseguran que la reforma modernizará las universidades españolas. El típico profesor que plantea sus clases como conferencias tiene los días contados, pues la nueva metodología docente que propone Bolonia trae consigo una enseñanza mucho más práctica, con la que se pretende que los estudiantes aprendan y no sólo memoricen.
El nuevo sistema, calcado del modelo anglosajón, pretende mejorar las salidas laborales de las carreras universitarias. Sin embargo, sus opositores aseguran que hay una devaluación de los títulos, puesto que será prácticamente necesario cursar un máster. Además está el problema de la financiación. Si el Estado no se implica y las empresas privadas tampoco lo hacen, estudiar puede volver a ser algo para privilegiados. Unos pocos, que, eso sí, tendrán una enseñanza homologada con el resto de Europa.
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